Algunos dirían que es todo lo contrario, que las películas de terror son el peor género en el cine y que por el contrario jamás disfrutan de dos horas de angustia y horror. Pero como muchas cosas en la vida, no entendemos porque repetimos, por ejemplo aquellos que beben demasiado y mientras padecen los efectos de la resaca y lo mal que se sienten juran no volver a hacerlo, pero a los ocho días están mezclando licor a diestra y siniestra.
Odiar las películas de terror parece obvio, pero hay un gran porcentaje de personas que no les disgusta la idea, y que de hecho sienten cierta propensión a verlas, porqué será?
Te sorprendería saber que la respuesta a esa pregunta de porqué vemos estas películas si no hacemos otra cosa que asustarnos todo el tiempo, y es porque de hecho, queremos sentir miedo. Pero es algo que va mucho más allá de que nos guste o no la masacre de personajes y el gore que lo acompaña, o los monstruosos y terribles hombres detrás de inocentes, sino que se trata de algo más, y es la satisfacción de nuestras necesidades básicas. Algo así como el deseo de experimentar adrenalina, el instinto corriendo por nuestro cuerpo pues al vernos frente a una situación de peligro potencial, o en donde nos sentimos amenazados nos ponemos alerta, nuestro cerebro adopta una posición de atención y posible defensa ante lo que nos puede atacar.
Lo que ocurre es que en este caso no hay un verdadero asesino persiguiéndonos, y sabemos en el fondo que esta todo bajo control y que nada malo nos puede ocurrir, pero lo que pasa alrededor, los sonidos de drama y terror de la película, los efectos especiales cada vez más reales nos meten en la historia y todavía, sabiendo que nada pasará, sentimos terror que nos invade.
Es interesante saber como funciona nuestro cerebro y como aún sigue maravillándonos lo que nos hace pensar y experimentar.