Mucho se ha dicho sobre los beneficios de la música, que irían incluso más allá de los gusto personales de cada individuo, pues la manera como se conecta con nuestro cerebro y los efectos que causa en nosotros son increíbles y vastísimos.
Algunos ejemplos hemos visto, como el que las mujeres en embarazo pongan algo de música clásica a los bebés en su vientre, o incluso para fomentar el sano crecimiento de las plantas también se usa la música. Un ejemplo mucho más simple y que todos hemos experimentado, es cuando atravesamos por una difícil situación como una ruptura amorosa, que cierta música nos sienta perfecto, o algunas canciones nos levantan el ánimo y otras nos deprimen. Es así que la música tiene una gran influencia en nuestra vida, pero más allá de eso, puede causar efectos curativos en personas con ciertas discapacidades.
Alfred Tomatis fue un otorrinolaringólogo que se especializó en trastornos de la audición y del lenguaje, y descubrió la relación tan cercana que existe entre el oído y la voz. Además de escuchar, el oído se encarga de otras funciones como el equilibrio, la estática, la cinética y la postura; es por el oído que el humano se desplaza en posición vertical. También puede centralizar todos los sonidos que provienen del cuerpo, sobre todo las articulaciones y lo huesos.
La música como terapia es muy importante pues, es un medio de comunicación esencial, y en el desarrollo del lenguaje por igual. No es lo mismo que aprendas el significado de algunas palabras en chino a que las pronuncies exactamente como debe ser, pues este idioma requiere de ciertas entonaciones aunque sea de una misma sílaba que si es más alta o más baja significará cosas totalmente opuestas. La escucha es una función del oído, pero es una herramienta que se abre a la comunicación, que recibe información, la procesamos y se vuelve lenguaje para conectarnos de nuevo con el mundo que oímos.
Tomatis tuvo una relación cercana con la ópera y la música clásica, por lo que luego de hacer muchos experimentos, encontró que la música de Mozart producía efectos neuro-fisiológicos en las personas, pero no solo eso, también generaba reacciones muy positivas y por no basarse radicalmente en reglas preestablecidas, alimentaba la creatividad del individuo. Físicamente mejoraba el ritmo cardíaco y la respiración, así como disponer el cuerpo para la escucha e incentivar la comunicación con el entorno.
Los cantos gregorianos también son excelentes para trabajar como terapia, pues al igual que Mozart, las notas agudas y los distintos puntos a los que se llegan generan relajación, serenidad y permite transportarse a un lugar personal tranquilo, lejos del estrés de lo cotidiano.