Todo lo que vas a ser, ya lo eres. Lo que buscas ya está en ti. Alégrate de tus sufrimientos.
Alejandro Jodorowsky es un niño. Según sus papeles de identidad nació el 7 de febrero de 1929 en Tocopilla Chile. Cómo es posible que un hombre de 84 años haya podido dar vida a un film como La Danza de la Realidad?
Una obra total, que se reinventa a cada segundo, donde el aliento de la juventud impregna cada plano. Una obra que no se sólo habla de la infancia, sino que está en el centro de la infancia misma. Un film surrealista, vibrante, excitante, pasando de una cosa a otra y de una idea a otro como un niño saltando de cuadro a cuadro en la rayuela. Y, sin embargo, hay varios índices que nos hacen dudar sobre la edad del joven autor. La proliferación de ideas, las múltiples influencias que se pueden detectar, la riqueza de la trama, la diversidad de personajes que se cruzan, se encuentran, se aman y combaten. Los temas que son abordados: la política, la fe, el amor, la muerte, la infancia, la exclusión, el sufrimiento, el debe, el deseo,.. son todos parte de la vida misma, dados a ver a través de la mirada iluminada de un niño de 9 años que no es más que el propio Jodorowsky.
Pues es su infancia en la ciudad chilena de Tocopilla, ciudad minera, ciudad de polvo y sol sombrío, que nos cuenta el octogenario. Y lo hace con la misma locura, la misma poesía, la misma libertad con la que se vuelve payaso a los 20 años, o con la que se lanza en las performances accionistas del movimiento PANICO diez años más tarde. Encontramos la fascinación por los universos fantásticos (desarrollados en sus films anteriores y en su colaboración con el autor de novelas gráficas Moebius), aplicada como un filtro sobre una realidad a menudo dura. Los elementos dolorosos son transfigurados y, como el gran mago que es, Jodorowsky los transforma en símbolos y pone en escena cada hito de su infancia como alegoría.
Otras figuras de la tragedia jodorowskiana, son el dictador que reina el país (el General Ibañez) y que su padre desea asesinar; los estropeados, víctimas de la mina, que cantan ellos también su desespero en las calles de la ciudad; los desgraciados rechazados por el régimen que mueren de hambre; las figuras inquietantes del circo en el que su padre fue acróbata; un caballo inmaculado llamado Bucéfalo…Tantas visiones que acechan la mente de Alejandro Jodorowsky proyectadas en la pantalla, tantos mitos fundadores de su personalidad puestos al desnudo, el todo de una danza a la vez carnal, macabra, poética y realista; un fresco donde lo dulce y lo amargo se besan en una llamarada de colores como sueños que se recuerdan o recuerdos que se sueñan.
Para ir más lejos en la mise en abyme (expresión literaria que se refiere al procedimiento narrativo que consiste en imbricar una narración dentro de otra, de manera análoga a las matrioskas o muñecas rusas) de su propia vida, y hacer aún más sorprendente esta catarsis fílmica, que firma su regreso al cine después de 22 años de ausencia, Alejandro Jodorowsky incluye en el casting a sus hijos: Brontis (aclamado actor) encarna el papel de su abuelo, el padre de Alejandro; Adan encarna un joven anarquista y crea la fascinante banda sonora, y por último Cristobal interpreta el enigmático personaje del Teósofo.
La Danza de la Realidad es una cautivante exploración de la leyenda familiar interpretada por sus propios miembros, más allá de una gran lección de sublimación, de cine y del amor a la vida.