Cuando hablamos de dolor, probablemente de inmediato lleguen a tu mente recuerdos de esos golpes que te has dado en toda tu vida. Algunos fuertes, otros leves, y sin duda, muchos de ellos no los recuerdas porque simplemente tu mente los ha bloqueado. Como es esto?
A veces te aparecen morados en las piernas o brazos, o de repente sientes un dolor ligero y te descubres un golpe o una cortada en la piel, te preguntas como pasó eso sin que te dieras cuenta? Es posible ver la evidencia física de una lesión sin haber sentido dolor? Lo que ocurre realmente es que tu dolor no es igual siempre, y depende enteramente de como tu cerebro lo interpreta y lo clasifica, y de cómo te hace responder ante el mismo.
No se trata simplemente de que cuando ocurre un incidente que te hace daño, tu cerebro manda la orden de dolor y ya está, pues el proceso es un poco más complejo que eso. Esas ocasiones en las que has descubierto una cortada en tu piel de un momento a otro, te está diciendo que cuando sucedió, probablemente estabas concentrado en otra tarea que te impidió darte cuenta de lo que ocurría. Esto muestra que tu mente y tus emociones juegan un papel importante al momento de darle una valoración e importancia al dolor.
Cuando ves en televisión o cuando alguien te cuenta una historia sobre como se golpeó contra una puerta te lo imaginas, e imaginas como debe doler. Pero si al cabo de un tiempo tal vez te golpeas de la misma manera, es posible que no sientas mucho dolor, o no tanto como el que imaginabas cuando esa persona te contó lo que sintió. Es posible que en ese momento tuvieras en la cabeza los problemas de trabajo o con tu pareja, que te abrumaban tanto y no dieron espacio para darle importancia al dolor. Incluso conocerás a alguna persona que tiende a exagerar todo, pueden ser hipocondriacos, y cuando se medio lastiman destapando una gaseosa se quejan como si hubieran tenido una fractura de fémur.
Todo esto nos dice que el instante del episodio, lo que ocurre por tu mente, la experiencia del pasado propia y de los demás, influyen en tu percepción del dolor y tu respuesta al mismo. Cuando vas a la clínica para un procedimiento, es fácil estar asustado, angustiado y eso incrementa las posibilidades de que te duela mucho más, a conservar la tranquilidad y usarla para calmarte. Las heridas o lesiones sufridas bajo momentos de acción, o en plena euforia siempre se ven opacadas o disminuidas por el efecto de la adrenalina. es por eso que el dolor se despierta solo momentos después cuando estamos fuera de este estado.
De seguro habrás visto que hasta la meditación puede aliviar el dolor. Pero no es que lo desaparezca, porque el dolor es real, sí te ocurre, sino que aprendes a controlar tu mente y reconoces el poder que ella tiene sobre ti y todo lo que te pasa. Pensar: este dolor es pasajero, aceptar que te duele pero no te define, buscar una solución para que termine y conservar la calma. Es mucho mejor que actuar como un maniático desesperado, gritando, perdiendo el control y exagerando la gravedad de lo que ocurre. Aún si la lesión es grave y se trata de una emergencia, cambia todo el panorama dependiendo de como manejes la situación, pues así mismo tomarás una decisión inteligente y la prioridad será cuidar de ti, ser rápido, actuar con eficacia y recuperarte pronto.