Aunque este trastorno sea más común en mujeres que en hombres, los síntomas se presentan similares y resulta afectando el estilo de vida de la persona que lo padece. Generalmente se empieza a manifestar en la juventud, o antes de los 45 años y los síntomas son crónicos aunque muchas veces no se detecten lesiones o daños significativos en el aparato digestivo de la persona.
Dentro de estos síntomas podemos enumerar algunos, como el que puede aparecer al inicio y es el dolor abdominal. Puede variar en cada persona pero se da generalmente en la parte baja del abdomen, o hacia un lado o incluso a ambos lados. En algunos casos se irradia el dolor hacia atrás o se extiende un poco a las piernas. Quienes los padecen aseguran que es una sensación de ardor, como si quemara la zona.
Pero algo que es muy importante en ésta enfermedad son los efectos sicológicos y emocionales que inciden directamente en el estado del individuo. El estrés, las preocupaciones laborales, una ruptura de una relación o un evento significativo desencadenan los síntomas que cuando la persona está un poco más equilibrada emocionalmente disminuyen las molestias. El miedo, la frustración, la depresión y la angustia aumentan los dolores y los síntomas en general. Puede parecer increíble que una dolencia sentimental se refleje en nuestro cuerpo físico, pero así también funcionamos como un todo, nuestro cuerpo recibe y traduce el estado de nuestra mente y emociones para que también tratemos de buscar un equilibrio que nos beneficie en todos los aspectos.
Ahora, la dieta y los hábitos alimenticios juegan un papel muy importante pues hay muchos alimentos que no toleran y empeoran la situación. Es el caso de los cítricos, la comida muy picante, algunos vegetales de hoja, legumbres, crucíferas y también algunos lácteos. Una correcta indicación médica como su diagnostico pueden hacer que mantengas cuidado constante con los alimentos que consumes y cuides tu salud emocional para lograr un balance necesario y lleves tu condición más favorable.