Comienza el estreno mundial de la impactante y controvertida pélicula ganadora de la Palma de Oro en el reciente Festival de Cannes. ‘La vida de Adèle‘ o “Blue is the warmest colour”. Una historia de amor, de pasión, de descubrimiento sexual y emocional; un viaje íntimo y carnal que creará muchos adeptos así como rechazos.
A gran parte de los presentes en el Festival de Cannes sorprendió la contundencia y el consenso con que ‘La vida de Adèle‘ sedujo a casi todos los espectadores. En sus anteriores largometrajes -‘La Faut a Voltaire’ (2001), ‘La escurridiza’ (2004), ‘Cuscús’ (2007), ‘Vénus noire’ (2010)-, el cineasta francés de origen magrebí Abdellatif Kechiche ya dio muestras de su extraordinario talento para armar relatos de vocación popular pero con un tratamiento profundamente personal y artístico, así como de la importancia crucial que concede al trabajo de los intérpretes, al cine entendido como la aventura expresiva del cuerpo. Inspirada en el cómic de Julie Maroh ‘El azul es un color cálido’ , la película con la que Kechiche obtenía la Palma de Oro parecía proponer una mirada insólita, hasta entonces nunca vista en el cine, en torno a la naturaleza carnal del deseo en el amor lésbico.
Curiosamente este filme también está caracterizado por una sexualidad desinhibida, elemento en el que muchos de los críticos que la vieron en su momento se centraron, aunque también destacaron otras muchas cualidades. Parte del debate venía también del posible reflejo que podía tener ese lesbianismo entre los personajes de Seydoux y Exarchopoulos respecto a las manifestaciones a favor del matrimonio homosexual que entonces se producían en las calles parisinas. Pero el presidente del jurado Steven Spielberg aseguró que ese alcance político no había motivado su decisión de otorgarle una Palma de Oro por lo demás indiscutible.
‘La vida de Adele’ parte de una premisa ordinaria, convencional, de una historia de amor y ruptura mil veces contada, especialmente en el cine francés. Su contenido dramático (organizado en dos capítulos) es incluso esquemático: amor a primera vista, despertar de la sexualidad, pasión física correspondida, convivencia, ruptura y reencuentro. Kechiche solo recoge la estructura del cómic original de Maroh -que es mucho más trágico y mórbido que el film- para a partir de él ofrecer una lección de puesta en escena, de aquello que en definitiva hace grande a una película: la armonía entre idea y representación, o entre la escritura, la dirección y la intepretación. Fuera del circuito del cine porno, el sexo entre mujeres nunca se ha filmado con tanta intimidad y explicitud como en ‘La vida de Adèle’, con dos largos bloques de sexo que ocupan el corazón de la película y al que a la postre van a dar todas las fugas sentimentales de la relación entre Adèle (Adèle Exachorpoulos) y Emma (Léa Seydoux), de modo que el contenido emocional de la propuesta lo debemos a la vibración, casi la brutalidad física con que director y actrices, mediante un trabajo sublime (no libre de controversias posteriores), trascienden la superficie de la pantalla.
‘La vida de Adèle’ apela a la conciencia masculina de la belleza de ese cuerpo para ofrecernos una mirada sin filtros, poderosamente contemporánea, del sexo lésbico, ese que el cine tradicionalmente ha ocultado por diferentes motivos. Dice Kechiche que ha filmado los encuentros sexuales de sus actrices (a quienes se refiere como “modelos”) como si fueran pinturas clásicas.
Cuando acaba la película nos sentimos completamente apesadumbrados y abatidos, aunque también maravillados ante la emoción tan genuina que hemos presenciado. Todo gracias a esa insospechada pero poderosísima armonía que se ha podido establecer entre el guion, la dirección y la interpretación, que convierten en excepcional una premisa más bien ordinaria, y que se ven reforzados provechosamente por los demás apartados de la producción e incluso por su controvertida elaboración. Una película en estado de gracia.