Como uno más de los factores que entran a competir en la batalla eterna de los sexos entre hombres y mujeres. El dolor físico es algo que padecemos todos, y depende de muchas causas para determinar si es más fuerte en ellos que en ellas. No es tan fácil, pues sería necesario estar completamente en los zapatos de uno o de otro para saber si su dolor es fuerte, imperceptible o si quiera verdadero.
Hay ciertos mitos al rededor, y uno de los más conocidos es aquel que dice que los hombres son más débiles ante el dolor, que se quejan con una gripa como si fuera una fractura de un hueso y que las mujeres resisten un poco más que ellos. Tal vez el hecho de dar a luz, convierte a las mujeres de inmediato en heroínas ante el dolor, pues el parto es uno de los episodios más dolorosos que existen, si no el que más. Se sabe que el cuerpo de la mujer en los últimos días antes del parto se prepara para el nivel intenso de dolor que va a soportar, incrementando su umbral a través de los receptores opioides.
Hay algunas evidencias que sugieren que la mujer soporta más dolor en su vida diaria, y que también es mucho más sensible y perceptiva, lo que la hace vulnerable a ciertos padecimientos, como que sufren de más migrañas que los hombres. También sabemos que socialmente en los hombres está mal visto que lloren o se expresen mientras que las mujeres están más conectadas con su parte emocional.
La medicina funciona diferente según el sexo del paciente, pues algunas pastillas o medicamentos que bloquean las neuronas transmisoras de dolor toman diferentes caminos dependiendo de si es hombre o mujer. Se activan los receptores de diferente manera en ellos o ellas, e incluso para algunos medicamentos debe suministrarse diferentes dosis.
La verdad es que los dos organismos son diferentes, y no tendremos una respuesta suficientemente determinante para saber si hombres o mujeres sienten más o menos dolor. Sólo existen ciertas evidencias en ciertas circunstancias y lo importante es encontrar un equilibrio que no nos haga dependientes de fármacos, ni tampoco soportar dolores intensos sin ayuda. Reconocer lo que le pasa a nuestro cuerpo y entender a los demás es la clave.